La casa está vacía y la pantalla de la computadora tiene Facebook abierto, pero con la clave de un hijo que aún está en la escuela. ¿Resistirse o aprovechar el momento? Quién no sienta entonces la tentación de husmear en la vida privada de su descendencia, pertenece a otro planeta. Qué mejor oportunidad para enterarse de todo aquello que ya hace rato dejó de contarles; de ver la cara de sus amigos, saber dónde van, de qué hablan…
¿Está bien espiarlos? ¿Es lo mismo hacerlo cuando tienen 13 años que a los 18? ¿Vale todo con tal de “cuidarlos” de los males de este mundo?
En una encuesta realizada entre sus lectores por el sitio web del diario español El País, el 68% de los interrogados (2.791 personas) asumió que estaría dispuesto a espiar a sus hijos con tal de protegerlos de los peligros de Internet. Solo el 28% dice que no lo haría. El resto, no sabe no contesta.
Hay una palabra que todavía no mencioné en este texto: confianza. Está claro que cuando prevalece, no debería haber inquietud por conocer qué hace nuestro hijo cuando no está bajo nuestra órbita. Hay quienes dicen que sólo se busca cuando se sabe que algo se va a encontrar.
Ahora, si realmente sentimos que una distancia enorme nos separa de nuestro hijo, ¿qué es mejor, espiarlo, revisar sus bolsillos, su correo electrónico, sus mensajes en el celular o buscar la forma de acercarse, de retomar el diálogo?
Hay que reconocer en defensa de este tipo de “padres voyeurs” que Internet es un nuevo espacio donde cunde el peligro. Pero así como no podemos impedirles a nuestros hijos que circulen por la calle aunque se haya convertido en un ámbito inseguro (que vayan a la escuela, salgan con sus amigos), tampoco podemos prohibirles ser parte de las redes sociales por miedo a que puedan aceptar una cita a ciegas con un depravado. En todo caso, sugiero, habrá que educarlos en la precaución. Enseñarles, por ejemplo, que solo deberán aceptar como amigos en la red a personas que conozcan físicamente…
Una colega me contó que obligó a su hija de 15 a aceptarla como su amiga en Facebook como requisito para poder usarlo. Me dio pena decepcionarla pero si creyó que así tendría asegurada una ventana a la vida social de su hija, se equivocó. Si hecha la ley, hecha la trampa, los chicos han encontrado en el sistema de las redes sociales un aliado contra los padres curiosos: les restringen el acceso a la información que no quieren que conozcan, ¡y listo!
¿Tiene sentido irrumpir en la privacidad que cuidan con tanto recelo? ¿Tiene sentido si, como señala una encuesta realizada por la firma AOL (especializada en servicios de internet y medios), el 39% de los hijos que aceptó a sus padres en Facebook, si pudiera los rechazaría?
¿Espiarías a tu hijo a través de las redes sociales? ¿Le pedirías para eso que te acepte como su amigo en Facebook?
fuente:ar.mujer.yahoo.com