Ser la segunda

Ser la segunda Por Violeta Santamarina?

-Hace ya seis meses que salimos. Nos conocimos en una reunión de trabajo y allí intercambiamos mails. Entre propuestas de negocios y revisaciones de contratos llegó la primera invitación a cenar. Desde un principio me resultaron extraños los lugares elegidos para comer. Restaurantes en barrios remotos de la Capital de Buenos Aires, horarios o excesivamente temprano o demasiado tarde. Fue recién en la quinta salida y, ya cuando había pasado absolutamente de todo entre nosotros, cuando Eduardo me confesó que, si bien atravesaba una profundísima crisis, estaba casado con Ana-, me relató mi actual compañera de oficina y podría decirse nueva amiga.

Infidelidad
Infidelidad

Mi respuesta fue un inmediato y categórico “DÉJALO YA”.

-Pocas cosas tengo tan claras en la vida como que un hombre no deja jamás a su mujer por su amante.

Las amantes son pasajeras de segunda clase y nunca tienen acceso a una primera clase. Tanto las mujeres como los hombres que irrumpen en la vida de una persona casada, se enteran de esa condición, y acceden a tener una relación clandestina, nunca, jamás, salen de esa clandestinidad.

Ser la segunda es una de las cosas más feas que puede experimentar una mujer. Pasar a vivir de un día para el otro la experiencia de tener que ir por la vida ocultándose de todo y de todos hace que uno se encuentre conviviendo con una paranoia insoportable.

“La segunda” llegó a esta vida para esperar su turno. Lo que no sabe es que antes que ella se dieron infinitos sobre turnos.

O bien porque la esposa vive una profundísima depresión, o bien porque los chicos jamás aceptarían el divorcio. Tal vez no podrán separarse porque su religión no se los permita o porque en la empresa está bien visto dar una imagen de hombre de familia.

El divorcio nunca llega y la angustia de vivir la vida de “la segunda” es algo que no le recomiendo a nadie-, le dije a Alma mientras tomábamos el quinto café de nuestra eterna sobremesa.

Infidelidad de las dos partes
Infidelidad de las dos partes

-¿Tenias que serme tan sincera?-, me dijo entre lágrimas.

-Porque te respeto y quiero te lo digo. Si estas a tiempo de saltar de ese barco, saltá ya.

Las segundas jamás dejan de serlo. Y no conozco ni una historia de amantes con final feliz.

¿Vos… conocés alguna?

Leave a Reply